[highlight color=»cian»]Por Guillermo Pacagnini, Secretario General de CICOP, Miembro de la Mesa Ejecutiva Nacional de CTA (sgeneral@cicop.org.ar)[/highlight]
Nuestra central fue uno de los actores que marcó el ritmo en un año de cambios de calidad en la escena político-social. El salto en la
capacidad de iniciativa y en la producción de acciones de impacto real, fue producto de una política correcta
emergente de fuertes debates que aún continúan. La CICOP no sólo fue sujeto de ello por las acciones callejeras,
sino por el rol positivo en la orientación de los debates.
Culmina el 2012, año de importantes cambios en la escena nacional por la refracción local de la crisis capitalista global, el fracaso del modelo K y el agotamiento del relato que lo sustentaba. La emergencia de problemas no resueltos como la inflación, la crisis energética, del transporte y de la salud, entre otros, se vio agravada por la creciente aplicación de medidas de ajuste directo. Por
ello la debacle del proyecto gobernante y su quiebre político con una mayoría de la población no sólo se expresó en mal humor social, sino en un salto en la conflictividad.
Año del regreso de la huelga general
A diferencia de otros años, no se trató solamente de reclamos por gremio o sector, que los hubo y en magnitud creciente (los sindicatos de la FeSProSa somos ejemplo de ello). Sino del regreso de las grandes movilizaciones callejeras, de trabajadores, sectores medios y populares; algunas espontáneas como el 8N, otras planificadas como los paros, marchas y cortes de alcance nacional convocados por CTA en unidad con las demás centrales y movimientos. Y de la vuelta a una tradición cara a la historia del movimiento obrero: la huelga general, como la del 20N que fue el paro mayor de la década y uno de los principales de los últimos 30 años.
Sin lugar a dudas la CTA tuvo un rol clave como ariete político del polo unitario de
movilización que protagonizó esos grandes hitos sociales. Que comenzaron con el paro del 8 de junio y desembocaron en el 20N y el 19D. Que posibilitaron que la Plaza de Mayo repleta sea nuevamente parte del paisaje social de un país convulsionado, marcado por los estigmas del argentinazo de 2001.
Pese a las insuficiencias estructurales de nuestra central, producto de la crisis y la
batalla con el sector de Yasky cooptado por el gobierno, la “nueva etapa” que pergeñamos en el Congreso Federal de 2011 pegó un salto en materia de iniciativa política y protagonismo.
Y ello tuvo que ver con 2 aspectos fundamentales: una lectura acertada de la coyuntura y una política correcta. Ambas fueron resultantes de un intenso debate que no está cerrado. Aunque algunos resistieron esta visión y hubo que hasta llamar a un confederal para lanzar el paro del 8 de junio, fue clave concluir que la pila K se desgastaba y se venía un fuerte ajuste: que era necesario que la CTA se ponga a la cabeza de una gran convocatoria. Y que se daban cambios profundos en el mapa sindical con el pase a la oposición de Moyano. Entendimos que éste era la punta de iceberg de millones de trabajadores que dejaban de creer en el relato y pasaban a reclamar por los mismos males que nos quejan a todos. Y que había que unir todas esas voces por abajo.
Una política que se demostró correcta
Junto al diagnóstico acertado, lo más importante fue haber vertebrado una política
ofensiva basada en 4 ejes: a) ponerse a la cabeza del conflicto convocando a paros
nacionales; b) construir un programa con reclamos universales de los trabajadores
(anulación del impuesto al salario, asignaciones universales, etc.); c) convocar desde la central a los sectores populares y medios (urbanos y agrarios), levantando también sus demandas específicas (el programa de 32 puntos elaborado desde el paro del 10 de octubre); d) desplegar una fuerte política de unidad de acción, embretando a la CGT y convergiendo con movimientos populares (FUA, FAA, CCC, MST Teresa Vive, B. de Pie, entre otros)
Así como al interior de la CTA sectores influidos por el kirchnerismo combatieron (y
combaten) fuertemente esta política, otros compañeros honestamente plantearon lógicas dudas habida cuenta de los antecedentes y la caracterización de los dirigentes burocráticos con los que nos empezamos a movilizar en unidad de acción. Nunca podemos perder de vista que no compartimos (y combatimos) su modelo sindical paleolítico y mucho menos su proyecto político alejado de las necesidades populares. Pero ello no puede ser la excusa para paralizar la necesaria
unidad en la acción. Así lo entendimos los dirigentes de CICOP que integramos la mesa nacional y las comisiones provinciales y regionales y que, coincidiendo con Pablo Micheli y otros sectores de la central, bregamos por esta política en los fuertes debates internos para arribar a una síntesis positiva.
Hoy las evidencias están a la vista. Muchos de los que honestamente tenían lógicas dudas reflexionaron y sumaron a la síntesis. Otros seguramente lo harán luego. Pero aquellos vivillos que aprovecharon las sanas prevenciones que mencionamos para meter cizaña funcional al gobierno, salieron debilitados.
Se demostró que esta política fue más que útil para desarrollar la movilización y que, aplicada correctamente, es decir con un programa acertado y manteniendo la autonomía y la identidad de la CTA, hizo realidad los grandes acontecimientos de 2012.
Desafíos para 2013
El año que concluye fue de importante acumulación para la CTA y el próximo deberá serlo de concreción en puntos del pliego de reclamos y de capitalización en la construcción. Todo ello va a redundar asimismo en un fortalecimiento de nuestra CICOP también. No solamente porque nos da una masa crítica mayor para las peleas pendientes contra el robo del impuesto al salario, sino frente a la paritaria bonaerense que va a venir con techo, a los nuevos intentos de ajuste de Scioli y Cristina, en la provincia y el país. Necesitamos una CTA más fuerte, democrática y que apunte a su objetivo de millones de afiliados. Y la CICOP, así como contribuyó en los debates y en las acciones, también está llamada a aportar en el terreno organizativo, sumando, entre otras cosas, la experiencia de años de práctica de un nuevo modelo sindical democrático. Con el impulso de la buena intervención de 2012 y de la incorporación de nuestra federación. Nos preparamos para un 2013 donde habrá un nuevo Congreso Federal y con él muchos debates pendientes a asumir. Donde la unidad de acción estará sometida a los vendavales de un período electoral. Donde pretenderán desde el gobierno nacional y provincial dar una vuelta de tuerca en hacernos pagar la crisis y donde nuestra respuesta, en lo específico y junto a toda la central, deberá subir la apuesta.