17 de diciembre de 2025
Le escribo como trabajadora de la salud, como profesional adherida a CICOP y como sostén de familia. Le escribo también, como ciudadana de Bahía Blanca, una ciudad que atravesó en poco tiempo catástrofes que nos marcaron a todos y todas.
Este mes, los y las profesionales de la salud realizamos una medida de fuerza para ser escuchados. Como respuesta, usted decidió descontarnos los días de paro. Quisiera que conozca el alcance real de esa decisión.
Trabajo 30 horas semanales. Sin descuentos, el valor de mi hora es de $5.633.
Eso implica un ingreso bruto mensual que, luego de los aportes jubilatorios, obra social y descuento sindical, se reduce de manera considerable.
Con esos descuentos, mi ingreso real queda muy lejos de lo que cualquier familia necesita para vivir dignamente.
Le pregunto con honestidad y sin ironía:
¿Usted podría vivir con ese sueldo?
¿Podría sostener un hogar, pagar alquiler, alimentos, servicios, transporte, salud y educación, y aún así proyectar algo más que la supervivencia?
Y a ese ingreso ya ajustado, ahora se le suman descuentos por reclamar ser escuchados.
Los trabajadores y las trabajadoras de la salud pusimos el cuerpo desde el inicio de su gestión.
Bahía Blanca atravesó un tornado y una inundación y todavía estamos trabajando con las secuelas de esos eventos.
El sistema de salud estuvo -y sigue estando- al pie del cañón, en cualquier horario y con disponibilidad absoluta.
Pero quiero decir algo que pocas veces se nombra: a nosotros también nos pasó.
También se nos inundaron las casas, también tuvimos pérdidas, también vivimos el miedo, el cansancio y el impacto emocional.
No estamos exentos del padecimiento que atraviesa nuestra comunidad: somos parte de ella.
Me pregunto entonces:
¿Cuánta ayuda recibimos como trabajadores de la salud?
¿Cuánto acompañamiento hubo para quienes sostuvimos -y sostenemos- la salud pública en contextos de emergencia?
Durante este año tuve que tener cinco trabajos distintos para poder vivir de manera digna.
Cinco.
Y hoy, en diciembre, se me comunica que en enero se me descontarán los días por haber reclamado.
Tal vez no dimensione el impacto de esta medida.
No solo en el bolsillo —que ya está profundamente golpeado— sino en algo más hondo: en el espíritu.
En el desaliento, en el cansancio y en la sensación de que cuidar a quienes cuidan no forma parte de la agenda.
Quiero también expresar mi profundo malestar por el lugar en el que se coloca a nuestros compañeros y compañeras Coordinadores y Jefes, a quienes se les solicita que informen qué trabajadores adhirieron a la medida de fuerza.
Esa exigencia no solo resulta injusta, sino que fractura los lazos de trabajo, erosiona la confianza entre equipos y ubica a quienes cumplen funciones de coordinación en un rol que no les corresponde: el de vigilar o señalar a sus propios compañeros.
Lamento profundamente que se nos empuje a ese escenario, cuando lo que el sistema de salud necesita es cohesión, cuidado institucional y trabajo colectivo, no mecanismos que generan temor, división y desgaste.
No reclamamos privilegios.
Reclamamos condiciones dignas, diálogo real y reconocimiento.
Reclamamos que no se castigue a quienes levantan la voz cuando el salario no alcanza y el desgaste es cotidiano.
Ojalá esta carta sirva para que pueda mirar esta decisión no solo desde lo administrativo, sino desde lo humano.
Porque sin trabajadores y trabajadoras de la salud cuidados, no hay sistema de salud posible.
Atentamente, una trabajadora de la salud pública Bahía Blanca

